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¿CUÁNTOS KHESHWAYMARAS SOMOS?

 

            El nombre de Latinoamérica insinúa una síntesis rosada y amorosa del noble conquistador  español con la bella princesa india. Ello nunca ocurrió. El asaltante violó a la india paralizada de terror quien aborto o se mato para no engendrar.

Desde entonces en los andes hay dos mundos opuestos,  el Kheswaymara y el español. El Tawantinsuyu y Europa. El mestizo no es tercer mundo. Es ser inauténtico en movimiento. Si es pobre desaparece dentro del mundo indio. Si es acaudalado se confunde con el blanco. El mestizo es indio en camino de ser conquistado. Por eso no hay historia, arte, música,  comida ni vestido mestizo. Imposible imaginar nobleza mestiza.

         Nación es lengua, religión, raza, cultura, historia compartidas. Conciencia de esta comunidad  en una población, asentada en una región geográfica y económica. Ninguna de las repúblicas andinas ni americanas llena la definición. Razas, lenguas, culturas, historias separan la nación andina de la española. Toda unidad nacional que ignore estas diferencias es falsa. Es opresión. Por eso languidece la Organización de Estados americanos y la “nación latinoamericana”, el espejismo de revolucionarios  que la creen posible sin la presencia de las naciones originarias.

         El mundo reconoce la América Latina. No la América India. Nos cree recuerdo para historiadores, paleólogos, folkloristas, antropólogos. Es explicable. El mundo escucha la versión de nuestro amo y enemigo, de quien nos odia y teme. Oídos y voces   de tierras indias  son propiedad española. El invasor aísla al Kheswaymara del mundo. Teme verlo comprendiéndose  e inspirándose en el negro de Sud África, en el chicano con su raza por bandera, en el guerrero iraní, irlandés, palestino, vasco. Teme también horrorizar a una voz limpia, europea o norteamericana, capaz de romper el silencio.

         El desconocimiento es recogido por el lenguaje criollo. Corriente científico o político. El nombre Kheswaymara es censurado. Y el sustantivo indio es sustituido por el adjetivo indígena. Indígena es aborigen, autóctono, en cualquier parte del mundo.  Indio, en los Andes, nombra una raza, cultura y pueblo concreto, Indios en este continente somos kheswaymaras, mixtecas, inuits, miskitus, mayas, cambas, chapacos, kichés, guaraniés, etc. Indígenas son germanos en Alemania, galos en Francia, vikingos en Escandinavia, latinos en Italia, etc.

         La palabra campesino aumenta la confusión creada para encubrir al Kheswaymara. Aunque la mayoría de los campesinos son kheswaymaras, habemos muchos que no somos campesinos.

         El nombre tan generalizado de Latinoamérica es penumbra, vasta y cómoda. Cubre la luz y la sombra excluyentes,  las diferencias reales, antagónicas y eternas.

         La ciudad es española. El campo es indio.

         La ciudad industrial es cabeza de alfiler en un desierto. Nuestro continente original, rural típico único y enorme está tapado por algunos puertos y capitales internacionales, cosmopolitas. Es decir, vaciados de cultura. La mayor parte del continente viste ropa original, no camisa y corbata europeas. El Kheswaymara,  es lo único sólido, propio y concreto de los Andes. El único capaz de vivir sin modelos europeos o norteamericanos.

         Desconocer al Kheswaymara es desconocer esta porción del planeta Tierra. Pero la ignorancia se disculpa arguyendo que el Kheswaymara está en trance inminente de desaparecer.

         Los gobiernos criollos suponen el “problema indígena”  cada vez menor. Imaginan cada año sus repúblicas más blancas, europeas, “civilizadas”.

         El censo nacional es arma criolla en manos criollas. Todos los censos han nacido de la política antindia de las minorías hispanas gobernantes. No resultan de necesidades comunales administrativas.

         Los invasores españoles trataron de exterminar nuestros cuerpos. Hoy sus descendientes criollos tratan de exterminarnos también administrativamente. Nos niegan con sus censos a quienes sobrevivimos la masacre sangrienta.

         Los censos criollos sobre indios están anulados por causa de odio, ignorancia, inexperiencia. Y por nuestra resistencia. El censo no nos ayuda. Trata de contarnos como otro recurso natural más, como ovejas o árboles para explotarnos mejor. Para imponernos tributos en dinero, frutos, animales, conscripción militar o servicio personal. Los censos nacieron en la colonia como tributos del 20 por ciento o quinto real, al rey y diezmos, veintenas y huasi-veintenas a la iglesia. Sufrimos del estado blanco sólo despojos y masacres, no tenemos interés en ayudarlo a registrar nuestra presencia. Evitamos el encuentro con el censor fácilmente, internándonos un poco en la montaña.

         La palabra indio es insulto diario. El entrevistador censal  al catalogar a alguien como tal cree insultarlo. Por ello anota como indios únicamente a quienes no pueden entenderlo. Evadir la palabra indio es hábito viejo, nació con los primeros decretos de las repúblicas.

         Este otro tipo de matanza cataloga como de raza blanca al original que habla algunas palabras de español, sobre todo si puede escribirlas, vive en ciudad, grande o pequeña, viste pantalón y camisa, andrajosos pero occidentales o posee casa o tierra. Millones de andinos estamos clasificados como blancos en los censos blancos a pesar de comer, hablar, vestir, vivir, sentir y trabajar como kheswaymaras.

         También parecemos menos porque se cree india sólo la cara desnutrida, mongoloide, de piel muy oscura, ojos rasgados,  sin barba y corta estatura.

         Un censo de kheswaymaras será  exacto sólo hecho por kheswaymaras. Somos “problema indígena”   continental. El primer problema en México, Nicaragua, Guatemala, Ecuador, Perú, Bolivia, Paraguay, norte de Argentina y Chile y problema importante en Brasil, Centroamérica, Colombia y la Antillas excepto Cuba, Puerto Rico e islas pequeñas.

         Faltan censos reales, no exterminadores. Mientras lleguen siempre seremos más indios de los reconocidos por el español gobernante.

/////…continuara….

 
 

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